Como el más bonito amanecer, sintiendo tus manos sobre mi
espalda, tu media sonrisa al despertar y los ojos entreabiertos pero llenos de
vida, llenos de amor, ese amor tan puro con el que me mirabas como si el mundo
fuese a acabar con el siguiente suspiro.
Como la más bonita canción de amor nunca escuchada, dos
personas que encajan cual puzle perfecto y a la vez dos seres tan diferentes
tratando de encontrar el punto de equilibrio.
Más como tratar de olvidar algo que jamás querrías, como
tratar de olvidar si hasta al cerrar los ojos lo veo. Ardo dentro de una
hoguera, preguntándome por qué.
¿Por qué olvidar algo que te hace feliz?
¿Por qué dejar atrás a quien te hace feliz?
¿Por qué olvidar algo con lo que poder ser tú?
Fuiste, eres y serás ese relámpago en vena que siento cada vez
que tus manos rozan mi piel, ese suspiro en la tormenta que trae la calma a mi
ser.
Aprendí, aprendimos el significado de todas y cada una de
las palabras que se refieren al amor, unos niños inexpertos jugando a ser adultos
aún con mucho que aprender, pero juntos. Miles de sombras acechaban el camino,
miles de piedras con las que tropezar que aún sin saber cómo fueron superadas.
Amor, aprendimos lo que significaba, sin miedo de sentir.
Crecimos cada vez más, veíamos como la vida traía consigo
sorpresas que nadie puede prever, pero que por suerte, o por desgracia, nos
tocó vivir. Superando cada tropiezo agarrando con fuerza la mano del otro, esa
que siempre ha estado tendida cuando se acercaban los demonios.
No teníamos nada, solo a nosotros, con eso era suficiente.
Te quise sin nada y te querré con todo, porque el amor es
eso, querer incondicionalmente. Cuatro veranos luché por verte sonreír, por
poder hacer de tus pesares solo altos escalones que la vida ponía en tu camino.
Pero te fuiste.
Una racha de viento nos visitó y nos partió como al más
fuerte roble. Comprendí lo que es sentir vacío, como si dentro de mí soplara el
más fuerte viento jamás pensado.
Vivo deseando que vuelvas, ojalá pudiera mandar en el alma y
hacer que todo fuese como ambos queremos, darte el coraje necesario para
colocar cada cosa en su lugar.
A día de hoy me abrazo a la ausencia que dejaste en mi cama,
aquella que ambos aun queremos completar.
No hay un segundo en el que pueda estar sin ti, porque mi
soledad y yo sin ti no nos llevamos bien.
Te amaré con el cuerpo, con la mente, con la piel y el
corazón, mi más dulce introducción al caos.
No dejes que me vaya.
La suerte nunca se olvida, y si se esconde, siempre acaba
volviendo.